En ocasiones sentimos que nuestros problemas son los peores del mundo, que no tenemos salida o que no podremos solucionarlos, pero Dios siempre nos va guiando para ir solucionando cada problema.

En mi caso creo que Dios me eligió para ir a misiones, para tocar la puerta en aquellas casas en dónde nos necesitaban, en dónde su fe se estaba perdiendo.  Llegábamos nosotros a encender esa chispita de fe para que ellos recordaran que Dios siempre estará para nosotros y que como Él nos ama nos invita a amarlo, y que cada prueba que nos pone es para reforzar más nuestro amor.  Y si bien encontrábamos familias que realmente demuestran su amor a Dios, nosotros llegamos ahí a reforzarla y a compartir historias que nos hacían aprender de ambas partes.

Un día visitamos una casa con una puerta de lámina, escuchamos una voz desde dentro de la casa que nos dijo:  “pasen hijas”; en cuanto entramos vimos a una señora que estaba en su cocina preparando tortillas e inmediatamente nos invitó un vaso de agua (que realmente necesitábamos porque hacía mucho calor) y posteriormente nos invitó un taquito con una salsa de molcajete, ¡que estaba deliciosa!  La señora nos iba contando que ella tiene un hijo de cinco años llamado “Mariano” (le dicen Marianito) y que tiene hidrocefalia, y que cuando Marianito era bebé no le daban mucho tiempo de vida, y que por todos los problemas que tenía tuvieron que operarlo, la señora rezaba por él y justo el día que lo operaron, en la sábana de la cama del hospital, cayó una gota de sangre de Marianito y que en esa gota ella vio la cara de Marianito, ¡y  que fue ahí que la fe de la señora creció!

Esa casa me marcó demasiado.  Marianito, un niño tan hermoso y sonriente que realmente es un angelito, no sabe de cosas malas, él es feliz y es tan afortunado de tener una familia que lo ama igual que Dios.

A lo largo de la semana compartí, conviví con las personas de esa comunidad y el ver la sonrisa de todos ellos cuando llegábamos o les dábamos dulces, es algo que jamás en la vida se va a borrar de mi mente.  Ahí entendí que Dios me eligió para algo que realmente necesitaba.  A veces tenemos buenas cosas y queremos más y más cuando hay personas que con una paletita o con una buena plática de amor son felices.

Algo inolvidable y que me hizo llorar intensamente fue cuando nos despedimos de todos y los niños nos decían que no querían que nos fuéramos; las palabras de las señoras agradeciendo todo lo que hicimos en esos días es algo que no se olvida nunca; no olvidaré tampoco el cariño que en poco tiempo surgió y el detalle de que todas las señoras nos ofrecieron su hogar para que volviéramos aunque ya no estuviéramos de misiones.

Dios es tan grande que sabe en qué momento necesitamos ciertas cosas que cambian nuestra vida, nuestro pensar, nuestro actuar, hablar, la forma en que vemos y vivimos.  Debemos agradecer la vida tan grandiosa que nos da Dios.  Si en algún momento tenemos un problema Él siempre estará para guiarnos.  Sin duda alguna mi experiencia de misiones ha sido la más hermosa y enriquecedora de toda mi vida y estoy completamente segura de que volveré…

 

Ashly

UNID Pachuca

21 Años

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Ashly Santacruz Bonilla vive en Pachuca, Estado de Hidalgo, donde estudia el noveno cuatrimestre de la licenciatura en administración de empresas turísticas en la UNID campus Pachuca.  Así que está a punto de graduarse. Ha sido una de los 700 jóvenes misioneros de la UNID que en esta semana santa se fueron de misiones.  A Ashly le gusta bailar, viajar y escuchar música; y a partir de ahora, irse de misiones…